Leo, Mi Nuevo Amigo

Había una vez, en una pequeña y acogedora casa, un niño llamado Tomás. Tomás había deseado tener una mascota desde hacía mucho tiempo y sus padres finalmente habían decidido sorprenderlo con una. Así que una tarde, cuando Tomás llegó a casa después de la escuela, encontró una caja grande en la mesa del comedor. Sus ojos se iluminaron de emoción mientras corría a abrirla pensando qué podría haber dentro.

Tomás se acercó a la curiosa caja con agujeros y la abrió. Dentro de la caja había un pequeño terrario con fibras de coco, algunas rocas y varios escondites como si fueran cuevas diminutas. Y allí, descansando tranquilamente sobre una roca estaba un hermoso Gecko Leopardo. El pequeño reptil tenía manchas amarillas y negras y sus ojos eran grandes y brillantes. Tomás estaba encantado y exclamó con alegría:

— ¡Muchas gracias, mamá y papá! Es la mejor mascota del mundo.

— Nos alegramos de que te guste. ¿Has pensando en algún nombre para tu nuevo compañero? — preguntó su padre.

— ¿Un nombre? Mmm… —empezó a pensar Tomás con alegría—. ¡Le llamaré Leo!

Los padres sonrieron tras escuchar el nuevo apodo del nuevo miembro de la familia y seguidamente le explicaron a Tomás que tener a Leo como mascota era una gran responsabilidad. Así que tendría que aprender mucho sobre cómo cuidar a su nuevo amigo.

Esa noche, Tomás se sentó con su madre y su padre en la sala de estar mientras leían un libro sobre Geckos Leopardos.

— Leo es un Gecko Leopardo —dijo su madre—. Son unos reptiles que viven en el desierto y son nocturnos, lo que significa que están más activos por la noche.

— ¡Hala, qué interesante! ¿Qué más necesito saber para cuidar bien a Leo? —dijo Tomás, intrigado—¿Qué comen? — volvió a preguntar seguidamente

Su padre continuó explicando:

— Los Geckos Leopardos comen insectos como grillos y gusanos de la harina. También necesitan agua fresca y un ambiente cálido. El terrario de Leo debe tener una fuente de calor para que se mantenga a la temperatura adecuada. Y Leo escogerá la mejor zona para descansar, porque son animales de sangre fría.

¿Animales de sangre fría? — interrumpió Tomás

— Sí, los Geckos Leopardo, como muchos reptiles son animales de sangre fría. Esto significa que no pueden mantener su temperatura corporal constante como nosotros. Si hace frío su cuerpo se enfría y se vuelven lentos, así que para aumentar la temperatura de su cuerpo necesitan el sol para calentarse.

— ¡Gracias, papá! Ahora lo entiendo mejor.

Tomás continuó escuchando atentamente a sus padres, queriendo asegurarse de que podría cuidar bien de Leo. Esa noche, después de haberle dado de comer algunos grillos, se quedó observando a su nuevo amigo que se encontraba explorando su terrario. Leo lamió sus ojos grandes y parpadeó, como si estuviera agradeciendo a Tomás por el acogedor hogar que le habían dado.

Al día siguiente, Tomás se levantó rápidamente de la cama y fue a saludar a su pequeño amigo. Pero Leo se encontraba dormido. En ese momento Tomás recordó lo que le dijo su madre, y es que Leo es un animal nocturno, por lo que a las primeras horas de la mañana es cuando descansa. Así que se despidió de Leo en voz muy bajita y se fue para la escuela.

Una vez terminó las clases, Tomás volvió a casa por la tarde y, tras saludar a sus padres, fue rápidamente de nuevo a ver a Leo. Nada más llegar vio que ya estaba despierto y Leo levantando una pata, como si le estuviera saludando.

Tomás comenzó a hablar hacia Leo a hablar de mil temas distintos y entre ellos, sobre su vida escolar.

— Me gusta ir a la escuela y aprender cosas nuevas —dijo Tomás—. A veces la escuela puede ser difícil, pero siempre trato de hacerlo lo mejor que puedo.

Leo parecía escuchar atentamente, con sus ojos grandes y brillantes observando a Tomás.

Pasaron los días y Tomás se convirtió en un cuidador responsable. Aprendió a limpiar el terrario de Leo, a darle la cantidad correcta de comida y asegurarse de que siempre tuviera agua fresca para beber. También aprendió sobre la importancia de la temperatura y la humedad en el terrario para que Leo estuviera en perfectas condiciones.

Una noche, antes de irse a dormir, Tomás observaba a Leo explorando su terrario. En ese momento tuvo una idea.

— ¡Leo! —exclamó—. Podrías ser la estrella del proyecto de ciencias de la escuela. Podría mostrar a todos lo increíble que eres y enseñarles sobre los Geckos Leopardos.

En los siguientes días, Tomás trabajó arduamente en su proyecto. Hizo un cartel colorido con fotos de Leo y escribió información sobre los Geckos Leopardos: dónde viven, qué comen y cómo mudan su piel, entre otras cosas. También preparó una pequeña presentación para explicar a sus compañeros de clase lo que había aprendido cuidando de Leo.

El día del proyecto de ciencias llegó, y Tomás estaba muy nervioso. Llevó su cartel y algunas fotos al salón de clases. Cuando fue su turno, respiró hondo, pensó en todos los días que pasaba con Leo, perdió los nervios que tenía al principio y comenzó a hablar con mucha seguridad.

— Hola a todos, este es mi proyecto sobre Leo, mi Gecko Leopardo. —Tomás mostró las fotos de Leo y explicó lo que había aprendido.

Sus compañeros de clase escucharon con atención, fascinados por las historias sobre cómo Leo cazaba grillos, la característica piel que tenía para camuflarse y muchos más datos curiosos. Algunos niños hicieron preguntas sobre Leo y Tomás respondió con confianza, feliz de compartir su conocimiento.

Al final de la presentación, la maestra de Tomás, sonrió y dijo:

— Excelente trabajo, Tomás, me ha encantado. Has hecho un gran esfuerzo y has aprendido mucho sobre los Geckos Leopardos. Estoy segura de que Leo está muy orgulloso de ti.

Tomás sonrió, sintiéndose muy feliz y orgulloso. Esa noche, cuando llegó a casa, le dio las gracias a Leo.

— ¡Leo! — exclamó Tomás nada más llegar a su habitación. Gracias por ser mi amigo y ayudarme con mi proyecto de ciencias —dijo Tomás mientras observaba a Leo explorar su terrario.

Leo parpadeó lentamente, como si entendiera. Tomás sabía que, aunque Leo no podía hablar, de alguna manera se habían convertido en grandes amigos.

El tiempo pasó y los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Tomás y Leo desarrollaron una rutina diaria. Cada mañana, Tomás revisaba que Leo tuviera agua fresca y limpiaba el terrario. Después de la escuela, le daba de comer y pasaban el rato en la habitación, donde Tomás le contaba a Leo todo lo que había hecho por el día. A veces, incluso Tomás le leía libros de aventuras, imaginando que Leo podía entender cada palabra. Y mientras leía, Leo siempre tenía esa característica sonrisa en su cara.

—Eres increíble, Leo —dijo Tomás con admiración—. Me has enseñado tanto sobre la paciencia, el cuidado y la amistad.

A medida que Tomás crecía, nunca olvidó las lecciones que aprendió cuidando de Leo. La responsabilidad, la dedicación y el amor que mostró hacia su pequeño amigo se reflejaban en todas las áreas de su vida, ayudándole a ser mejor persona. Sabía que la amistad con Leo había sido una de las mejores experiencias de su infancia y nunca lo iba a olvidar.

Tomás y Leo vivieron muchas aventuras juntos, compartiendo una amistad especial que les enseñó a ambos la importancia de cuidar y respetar a los seres vivos. Y cada noche, cuando las estrellas brillaban en el cielo y el mundo se sumía en el silencio, Tomás sabía que en algún lugar del terrario, Leo también estaba agradecido por tener un amigo tan especial.

Leo, Mi Nuevo Amigo: La historia de Tomás y Leo, un niño y su Gecko Leopardo, cuya amistad demostró que el amor y el cuidado pueden hacer del mundo un lugar más hermoso.